Voy a comenzar partiendo de la idea de que el Tarot constituye un lenguaje
simbólico que es, ante todo, abierto e individual. Está conformado por 78
cartas que muestran una gran cantidad de temas recurrentes que hacen a las
situaciones típicas de un ciclo vital humano. De ellas, hay 22, llamadas
Arcanos Mayores, que nos muestran una situación arquetípica o simbólica.
Estas cartas surgieron en el Renacimiento, concretamente entre 1430 y 1460,
con el fin de ser utilizadas por la
nobleza de Milán y Bolonia. El espíritu del re-nacimiento se puede ver en la
elección de las imágenes, que hacen referencia a muchísimas épocas de la
historia y la cultura. Se trata de simbolismos que parten desde el
Renacimiento, pasando por la Edad Media, la antigüedad grecorromana y los
tiempos remotos de las civilizaciones de Egipto y Babilonia.
En el siglo XIX ciertos movimientos esotéricos como los teósofos, los
rosacruces, los martinistas y los templarios estaban en estrecho contacto con
esta simbología, pero se trataba de órdenes secretas y círculos reducidos. Si
bien esta tradición sigue vigente en numerosas obran que intentan reciclar el
esoterismo clásico, el resurgimiento actual está más ligado al movimiento
hippie.
Es que, en los años ’60, el
movimiento hippie constituyó toda una revolución. Y gran cantidad de temas y de
personajes hasta entonces muy poco valorados o conocidos en el mundo occidental
pasaron a hacerse muy populares: el escritor Hermann Hesse, el psicólogo Carl
Gustav Jung, el budismo Zen, el I-Chin y el Tarot.
Sin embargo, fue con los movimientos feministas que comenzó su mayor
difusión. Y a partir de la década de los ’80 comenzó a hablarse regularmente
del Tarot en periódicos y revistas, de
modo que hoy ya forma parte de la cultura occidental cotidiana.
Es por esto que en la actualidad la interpretación del Tarot no se basa
exclusivamente en las tradiciones renacentistas ni esotéricas. La
interpretación más actual, de hecho, excluye los conceptos demasiado
restringidos o inconsistentes.
Hoy se considera que, cuando se tiran las cartas, las imágenes y símbolos
que se obtienen pueden evocar el mismo tipo de reflexión e introspección que
nos sugieren las imágenes y símbolos que aparecen en los sueños. Por eso, cuando
hablamos del Tarot, nos referimos siempre a la percepción subjetiva, al modo en
que vemos las cosas y cómo nos afectan. Su auténtica magia surge de al menos
tres fuentes:
1.
De la
confrontación con imágenes arquetípicas individuales y/o pertenecientes a toda
una cultura.
2.
De la
conciencia del papel preponderante de la “casualidad”.
3.
De la
experiencia palpable y evidente de un modo individual de percepción.
Cada una de las 78 cartas, y especialmente los 22 Arcanos Mayores, son una
invitación a enfrentarnos con nuestras creencias más profundas y a las
decisiones que hemos tomado en nuestra vida. Las cartas tienen la función de
permitirnos ver una imagen de estos conceptos, facilitándonos la tarea de
reconocer su significado en el transcurso de nuestra vida y en las
circunstancias actuales. Por eso cada carta tiene un valor en sí misma, y al
mismo tiempo está relacionada con cada una de las 77 restantes, por lo cual
debe evitarse considerarlas de forma aislada.